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Hablar de cualquiera de los municipios de Liébana supone inevitablemente referirse a un entorno natural privilegiado, con un paisaje de postal e innumerables rincones que cautivan a cualquier persona amante de la naturaleza. Liébana es el paradigma de esa reserva de calidad ambiental que muchos queremos que siga siendo Cantabria, y que en otras comarcas de la región cada vez es más difícil encontrar. Pero no todo es tan bonito en Liébana, pues cualquiera de los habitantes de sus idílicos pueblos nos podrá contar una dura historia de supervivencia en un medio hostil, sin las comodidades a las que hoy estamos acostumbrados la mayoría. Relatos de osos y lobos, de nevadas tremendas, de "maquis" escondidos en los montes durante la posguerra, de mucho trabajo para salir adelante... No es casualidad que el antropólogo Javier López Linage titulara su estudio sobre uno de los pueblos de la comarca "Antropología de la ferocidad cotidiana: supervivencia y trabajo en una comunidad cántabra". Aunque el estudio se hizo en Bárago, la vida ha sido similar en cualquier otro pueblo lebaniego.

El municipio de Cabezón de Liébana surgió de la división de uno de los cuatro valles principales que conforman la comarca, el de Valdeprado, surcado por el río Buyón y recorrido por la carretera que asciende al Puerto de Piedrasluengas. La parte alta del valle conformó el municipio de Pesaguero, y la baja el de Cabezón de Liébana, incluyendo sendos valles laterales que descienden de las alturas de Peña Sagra: Valderrodíes y el denominado Valle Estrechu. Ya hemos adelantado que esta zona atesora un patrimonio natural privilegiado, en el cual hay que destacar sus magníficos y extensos bosques: hayedos, robledales, alcornocales y encinares. Una variedad forestal muy difícil de encontrar en otros municipios cántabros (salvo algún otro de Liébana), e incluso de toda España, y que se completa con la vegetación subalpina de la cresta de Peña Sagra, cuyo famoso Cuernón (2.042 metros) es la cumbre más elevada del término municipal, y una de las más emblemáticas de Cantabria.

En cuanto al patrimonio histórico-artístico y cultural en general, el monumento más relevante del municipio es sin duda la iglesia románica de Santa María de Piasca, vestigio superviviente del monasterio del mismo nombre, que fue uno de los más poderosos de la Cantabria medieval. Menos conocidas son otras muestras interesantísimas de nuestro patrimonio, como la pequeña ermita rupestre altomedieval de Cambarco, que llegó hasta nuestros tiempos usada como bodega; la estela circular cántabro-romana de Luriezo, con una inscripción en latín que la distingue de las más conocidas del Valle de Buelna y Zurita; la pisa o batán de Aniezo, que junto con la de Ledantes (Vega de Liébana) es la única conservada en Cantabria; o el hórreo de Somaniezo, uno de los pocos que todavía se mantienen en pie en la región. Sin olvidar la magnífica y bastante bien conservada arquitectura popular que se puede ver en todos sus pueblos, los cuales constituyen uno de los principales atractivos turísticos de Liébana.

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